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LIBRO SEGUNDO
En que se trata del medio próximo para subir a la unión de Dios, que es la fe ; y así se trata de la segunda parte de esta noche, que decíamos pertenecer al espíritu, contenida en la segunda canción, que es la que se sigue
a escuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡ oh dichosa ventura !,
a escuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada ;
CAPITULO 1
En esta segunda canción canta el alma la dichosa ventura que tuvo en desnudar el espíritu de todas las imperfecciones espirituales y apetitos de propiedad en lo espiritual... sólo estribando en pura fe y subiendo por ella a Dios. Que por eso la llama aquí escala y secreta... porque escala y penetra hasta lo profundo de Dios.
Dice que iba disfrazada, añade Juan de la Cruz porque su modo natural de obrar habiendo sido cambiado en divino, ni el mundo, ni la carne, ni el demonio no podían reconocerla. Así pudo salir a oscuras y segura... tomando la fe por guía de ciego, saliendo de todos los fantasmas naturales y razones espirituales.
En esta noche espiritual, su casa es ya sosegada, es decir que los ímpetus y ansias de la noche del sentido se han calmado. Porque para ir en la noche del sentido y desnudarse de lo sensible era menester ansias de amor sensible para acabar de salir, pero para acabar de sosegar la casa del espíritu solo se requiere negación de todas las potencias y gustos y apetitos espirituales en pura fe ; lo cual hecho, se junta el alma con el Amado en una unión de sencillez y pureza y amor y semejanza.
En la Noche del sentido todavía queda alguna luz, porque queda el entendimiento y razón, que no se ciega, pero esta noche espiritual, que es la fe, todo lo priva, ansí en entendimiento como en sentido ; y por eso dice el alma en ésta, que iba a oscuras y segura, lo cual no lo dijo en la otra, porque cuanto menos el alma obra con habilidad propia va más segura, porque va más en fe.
Pura fe, desnudez de espíritu, noche espiritual, unión de simplicidad : todas estas expresiones son aquí sinónimas : Juan de la Cruz precisa que implican una privación entera de luz, lo que obliga al alma a andar a ciegas, "en fe".
CAPITULO 2
Juan de la Cruz recuerda aquí que en la noche oscura de que habla, se puede, como en la noche física, distinguir tres partes : La primera que es la del sentido, es comparada a la prima de la noche, que es cuando cesa la vista de todo objeto sensitivo , una segunda parte que es comparada a la media noche que es más interior y más oscura, y una tercera parte que es el antelucano, que es ya lo que está próximo a la luz del día... y ésta es comparada a Dios.
CAPITULO 3
El principio de este capítulo no es particularmente original. Juan de la Cruz repite lo que ha aprendido en teología, a saber que la fe es un hábito del alma cierto y oscuro que hace creer verdades reveladas por el mismo Dios, las cuales son sobre toda luz natural y exceden todo humano entendimiento. Recuerda también lo que dice San Pablo, a saber que la fe viene por el oido.
Al fin, su declaración se hace más mística y se refiere a Ex 14,20, es decir al pasaje donde, a punto de entrar en el mar Rojo, los hijos de Israel podían ver con ellos una nube oscura que se transformaba por la noche en columna de fuego. Esta nube, dice, figuraba la fe. Esto era porque la fe, que es nube oscura y tenebrosa para el alma, con su tiniebla alumbra y da luz a la tinebla del alma. Así se verifica lo que dice David a este propósito : "La noche será mi iluminación en mis deleites" (Ps 138,11) Lo cual es tanto como decir : en los deleites de mi pura contemplación y unión con Dios, la noche de la fe será mi guía."
La noche de la fe, no obstante su oscuridad, "guía", y a pesar de la prueba que constituye, encierra "placeres y delicias". Encontramos de nuevo aquí el tema de la "dichosa ventura", presente en todo el poema.
CAPITULO 4
Este capítulo da consejos para conducirse en la noche de la fe.
El alma ha de vaciarse de todo lo que puede caer en ella perfectamente y voluntariamente, ahora sea de arriba, ahora de abajo... siempre se ha de quedar como desnuda y a escuras, así como el ciego, arrimándose a la fe oscura, tomándola por guía y luz, y no arrimándose a cosa de las que entiende gusta y siente y imagina.
Lo más alto que se puede sentir y gustar... de Dios dista en infinita manera de Dios y del poseerle puramente. Isaías (64,4) y san Pablo (1 Cor 2,9) dicen : Lo que Dios tiene aparejado para los que le aman, ni ojo jamás lo vio, ni oido lo oyó, ni cayó en corazón ni pensamiento de hombre.
Y así, grandemente se estorba una alma para venir a este alto estado de unión con Dios cuando se ase a algún entender, o sentir, o imaginar, o parecer... a lo que va es sobre todo eso, aunque sea lo más que se puede saber o gustar ; y así, sobre todo se ha de pasar al no saber.
De donde el venir aquí es el salir, saliendo de sí muy lejos de ese bajo para esto, sobre todo alto.
Por tanto, ha de desear el alma con todo deseo venir a aquello que en esta vida no puede saber ni caer en su corazón ; y dejando atrás todo lo que temporal y espiritualmente gusta y siente y puede gustar y sentir en esta vida, ha de desear con todo deseo venir a aquello que excede todo sentimiento y gusto. Y, para quedar libre y vacía para ello, en ninguna manera ha de hacer presa en cuanto en su alma recibiere espiritual o sensitivamente.
Y desta manera, a escuras, grandemente se acerca el alma a la unión por medio de la fe, que también es oscura, y de esta manera le da admirable luz la fe.
Volvemos a encontrar los aforismos del primer libro : por venir a gustarlo todo, saberlo todo, serlo todo, no quieras tener gusto en nada, saber algo en nada, ser algo en nada (I,13) . Eso se acerca al mensaje que Margarita Porete nos ha dejado en su principal obra : "El Espejo de las almas sencillas y aniquiladas".
CAPITULO 5
Juan de la Cruz toca aquí la cuestión de la unión del alma con Dios, precisando :
Ahora sólo trato de esta unión total y permanente según la sustancia del alma y sus potencias en cuanto al hábito oscuro de unión ; porque en cuanto al acto después diremos, con el favor divino, como no puede haber unión permanente en las potencias en esta vida, sino transeunte.
Y así, cuando hablamos de unión del alma con Dios, no hablamos de esta unión sustancial que siempre está hecha, sino de la unión y transformación por amor del alma con Dios, que no está siempre hecha, sino sólo cuando viene a haber semejanza de amor. Y por tanto, esta se llamará unión de semejanza... la cual es cuando las dos voluntades, conviene a saber, la del alma y la de Dios, están en uno conformes, no habiendo en la una cosa que repugne a la otra.
Renacer en el Espíritu Santo en esta vida es tener un alma semejante a Dios en pureza, sin tener en sí alguna mezcla de imperfección ; y así se puede hacer pura transformación por participación de unión, aunque no esencialmente.
Y así el alma es como une vidriera, en la cual siempre está embistiendo o, por mejor decir, en ella está morando esta divina luz del ser de Dios por naturaleza, que habemos dicho.
En dando lugar al alma, que es quitar de si todo velo y mancha de criatura... luego queda esclarecida y transformada en Dios, y le comunica Dios su ser sobrenatural de tal manera, que parece el mismo Dios y tiene lo que tiene el mismo Dios. Y se hace tal unión cuando Dios hace al alma esta sobrenatural merced, que todas las cosas de Dios y el alma son unas en transformación participante ; y el alma más parece Dios que alma, y aun es Dios por participación.
Juan de la Cruz juzga pues importante recordar y precisar aquí el objetivo y el efecto de la noche del espíritu, a saber la unión con Dios que transforma, diviniza. Esta unión ne se debe concebir en un futuro lejano, sino en un presente inmediato, por lo tanto que la noche misma de la fe la efectua.
CAPITULO 6
Las tres virtudes teologales, hacen el vacío y escuridad cada una en su potencia : la fe en el entendimiento, la esperanza en la memoria y la caridad en la voluntad.
La fe nos dice lo que no se puede entender con el entendimiento.
La esperanza pone a la memoria en vacío y tiniebla de lo de acá y de lo de allá... hace vacío, pues es de lo que no se tiene, y no de lo que se tiene.
La caridad, ni más ni menos, hace vacío en la voluntad de todas las cosas, pues nos obliga a amar a Dios sobre todas ellas, lo cual no puede ser sino apartando el afecto de todas ellas, para ponerle entero en Dios.
Y así, todas estas tres virtudes ponen al alma en escuridad y vacío de todas las cosas.
Y así como en la Noche sensitiva damos modo de vaciar las potencias sensitivas de sus objetos visibles según el apetito para que el alma salga de su término al medio, que es la fe, así en esta Noche espíritual daremos, con el favor de Dios, modo como las potencias espirituales se vacíen y purifiquen de todo lo que no es Dios y se queden puestas en la oscuridad destas tres virtudes, que son el medio y disposición para la unión del alma con Dios.
Y hase de tener advertencia que ahora especialmente voy hablando con los que han comenzado a entrar en estado de contemplación.
Con las virtudes teologales, Juan de la Cruz aborda un tema esencial en su obra. Las presenta aquí bajo el aspecto del despego que operan, la fe libra la inteligencia de sus conocimientos parciales, la esperanza descarga la memoria de sus recuerdos fragmentarios, y la caridad libera la voluntad de sus afecciones particulares. Estas tres virtudes apuntan a Dios ante todas cosas. Pero este despego, precisa, no puede efectuarse sinon una vez entrado en el estado de contemplación, es decir cuando Dios mismo ha empezado a encargarse de la purificación de la psique humana.
Notamos al paso que la esperanza, vacía también la memoria de los conocimientos y esperas concerniendo la vida futura, eso para inclinarla a esperar el Dios aquí presente.
CAPITULO 7
Repetiendo la palabra evangélica sobre la puerta angosta y el camino estrecho que lleva a la vida (Mt 7,14) , Jean de la Cruz insiste aquí sobre el despojo necessario al alma que quiere tomarlo. Habla de desapropiación, de desembarazo, de desnudez.
Se ve claro que, no sólo de todo lo que es de parte de las criaturas ha de ir el alma desembarazada, mas también de todo lo que es de parte de su espíritu ha de caminar desapropiada y anihilada.
Y así, querría yo persuadir a los espirituales cómo este camino de Dios no consiste en multiplicidad de consideraciones, ni modos, ni maneras, ni gustos (aunque esto en su manera sea necesario a los principiantes), sino en una cosa sola necesaria, que es saberse negar de veras, según lo exterior e interior.
Para animar este renunciamiento, da el ejemplo de Cristo que no tuvo, durante su vida, lugar donde reclinar su cabeza (Mt 8,20) y todavía menos durante su agonía y muerte. Además, añade : Cierto está que al punto de la muerte quedó tambien anihilado en el alma sin consuelo y alivio alguno, dejándole el Padre así en intima sequedad según la parte inferior, por lo cual fue necesitado a clamar diciendo : ¡ Dios mío, Dios mío !, ¿ Por qué me has desamparado ?" (Mt 27,46) ; lo cual fue el mayor desamparo sensitivamente que había tenido en su vida ; y así, en él hizo la mayor obra que en toda su vida con milagros y obras había hecho ni en la tierra ni en el cielo, que fue reconciliar y unir al género humano por gracia con Dios.
El espiritual debe pues entender el misterio de la puerta y del camino de Cristo para unirse con Dios... Y cuando viniere a quedar resuelto en nada, que será la suma humildad, quedará hecha la unión espiritual entre el alma y Dios, que es el mayor y más alto estado a que en esta vida se puede llegar. No consiste, pues, en recreaciones y gustos y sentimientos espirituales, sino en una viva muerte de cruz sensitiva y espiritual esto es, interior y exterior.
El único comentario que se podría añadir a este texto es la palabra evangélica "Si el grano no muere, no produce fruto..."
CAPITULO 8
Antes de que tratemos del proprio y acomodado medio para la unión de Dios, que es la fe, conviene que probemos cómo ninguna cosa criada ni pensada puede servir al entendimiento de propio medio para unirse con Dios, y cómo todo lo que el entendimiento puede alcanzar, antes le sirve de impedimento que de medio, si a ello se quisiese asir.
Habemos de advertir que, entre todas las criaturas superiores ni inferiores, ninguna hay que próximamente junte con Dios ni tenga semejanza con sur ser, porque, aunque es verdad que todas ellas tienen, como dicen los teólogos, cierta relación a Dios y rastro de Dios - unas más y otras menos...-, de Dios a ellas ningún respecto hay ni semejanza esencial, antes la distancia que hay entre su divino ser y el de ellas es infinita.
Por tanto, ninguna noticia ni aprehensión sobrenatural en este mortal estado le puede servir de medio próximo para la alta unión de amor con Dios, porque todo lo que puede entender el entendimiento y gustar la voluntad y fabricar la imaginación es muy disímil y desproporcionado a Dios.
Luego, claro está que al entendimiento ninguna destas noticias le puede inmediatamente encaminar a Dios, y que para llegar a El antes ha de ir no entendiendo que queriendo entender, y antes cegándose y poniéndose en tiniebla que abriendo los ojos para llegar más al divino rayo.
Y de aquí es que la contemplación por la cual el entendimiento tiene más alta noticia de Dios llaman Teología mística, que quiere decir sabiduría de Dios secreta, porque es secreta al mismo entendimiento que la recibe ; y por eso la llama san Dionisio rayo de tiniebla.
Después de haber insistido sobre la transcendencia de Dios en relación a todo lo criado, Juan de la Cruz declara que no obstante eso, Dios se comunica a la inteligencia humana, y resume esta paradoja de una transcendencia que se da a conocer en el oxímoro del "rayo de tiniebla".
CAPITULO 9
De lo dicho se colige que, para que el entendimiento esté dispuesto para esta divina unión, ha de quedar limpio y vacío de todo lo que puede caer en el sentido, y desnudo y desocupado de todo lo que puede caer con claridad en el entendimiento íntimamente sosegado y acallado, puesto en fe, la cual es sola el próximo y proporcionado medio para que el alma se una con Dios.
Juan de la Cruz apoya eso sobre varias citaciones de la Escritura, entre otras cosas el salmo 17, v 10 y s. : "La oscuridad puso debajo de sus pies ; y subió sobre los querubines y voló sobre las plumas del viento ; y puso por escondrijo las tinieblas y el agua tenebrosa."
CAPITULO 10
En este corto capítulo, Juan de la Cruz hace el inventario de todos los conocimientos que nuestra inteligencia puede aprehender :
- Las aprehensiones naturales, por via corporal o intelectual.
- Las aprehensiones sobrenaturales por vía corporal (sentidos exteriores o interior, es decir la imaginación) y por vía espiritual. Las espirituales son de dos maneras : particulares (visiones, revelaciones, palabras y sentimientos espirituales), y general, oscura, que es la contemplación que se da en fe. En ésta habemos de poner al alma, encaminándola a ella por todas esotras, comenzando por las primeras, y desnudándola de ellas.
CAPITULO 11
Tanto el capítulo precedente era corto, tanto éste es largo, y eso a pesar de que haya sido muy abreviado, nos dice el mismo Juan de la Cruz. Explica esta extensión diciendo que lo que dice aquí debe aclarar lo que desarrollará después.
El tema es el de los conocimientos sobrenaturales que afectan al alma por vía de los sentidos corporales exteriores. La intención es disuadir ésta de prestar a estos conocimientos algun interés. Las razones dadas son las siguientes :
1) La visión corporal o el sentimiento en alguno de los otros sentidos - como en toda otra comunicación interior - si viene de Dios, produce su efecto en el espíritu cuando parece o se siente, sin que se necesite esperar que el alma delibere si lo quiere o no.
2) Si se le da atención e importancia, resultan para el alma seis inconvenientes :
El primero, que se le va disminuyendo la fe... y así apártase del medio de la unión de Dios.
Lo segundo que no vuela el espíritu a lo invisible.
Lo tercero es que va el alma teniendo propiedad en las tales cosas y no camina a la verdadera resignación y desnudez de espíritu.
Lo cuarto, que va perdiendo el efecto de ellas y el espíritu que causan en lo interior, porque pone los ojos en lo sensual de ellas, que es lo menos principal.
Lo quinto, que va perdiendo las mercedes de Dios.
Lo sexto es que abre puerta al demonio.
Por tanto, siempre conviene al alma desecharlas a ojos cerrados, sean de quienes fueren.
Escribiendo este capítulo que se encuentra en la pura línea de su pedagogía del despego, Juan de la Cruz hace varias alusiones al "Libro de las moradas" de santa Teresa de Avila. Por lo tanto, podemos estimar que piensa en ella y en sus numerosas visiones cuando acaba escribiendo : Se tenga cuidado de nunca las admitir, si no fuese algo con algún muy raro parecer, y entonces no con gana ninguna de ello. Este parecer, Teresa lo ha pedido y obtenido a menudo de sus confesores. Entra pues en la categoría de excepción, enfocada probablement a cause de ella, por Juan de la Cruz.
CAPITULO 12
Antes de hablar de las visiones imaginarias, Juan de la Cruz prefiere hablar de las aprehensiones naturales de la imaginacíon y de la fantasía, las cuales dice, no son un medio proporcionado para alcanzar la unión con Dios.
Y así, a estas dos potencias pertenece la meditación, que es acto discursivo por medio de imagenes, formas y figuras, fabricadas e imaginadas por los dichos sentidos ; así como imaginar a Cristo crucificado o en la columna o en otro paso, o a Dios con grande majestad en un trono, o considerar y imaginar la gloria como una hermosísima luz.
Aunque a los principiantes son necesarias estas consideraciones y formas y modos de meditaciones para ir enamorando y cebando el alma por el sentido, y así le sirven de medios remotos para unirse con Dios... Pero ha de ser de manera que pasen por ellos y no se estén siempre en ellos, porque de esa manera nunca llegarían al término.
Porque, cuanto el alma se pone más en espíritu, más cesa en obra de las potencias en actos particulares, porque se pone ella, más en un acto general y puro.
Por lo cual es lastima ver que hay muchos que, queriéndose su alma estar en esta paz y descanso de quietud interior donde se llena de paz y refección de Dios, ellos la desasosiegan y sacan afuera a lo más exterior.
A estos tales se les ha de decir que aprendan a estarse con atención y advertencia amorosa en Dios en aquella quietud, y que no se den nada por la imaginación ni por la obra de ella, pues aquí descansan las potencias y no obran activamente, sino pasivamente, recibiendo lo que Dios obra en ellas. Y, si algunas veces obran, no es con fuerza ni muy procurado discurso, sino con suavidad de amor, mas movidas de Dios que de la mesma habilidad del alma.
CAPITULO 13
En las zancadas del capítulo precedente, donde Juan de la Cruz ataca el problema de la oración de quietud, ese da los signos que indican cuando este tipo de oración se produce y la conducta que tener. Notamos al paso que sobrepasamos aquí el tema de la noche activa sobre la pasiva. Mas cómo tratar de la una sin la otra ? Juan de la Cruz no cesará, a lo largo de su tratado, de operar estas inevitables digresiones.
En lo que concierne el paso de la meditación a la contemplación y las señales que permiten saber cuando se necesita dejar el ejercicio de la primera por la quietud de la segunda, Juan de la Cruz da tres de ellas al espiritual :
La primera es ver en sí que ya no puede meditar ni discurrir con la imaginación, ni gustar de ello como de antes solía ; antes halla ya sequedad en lo que de antes solía fijar el sentido y sacar jugo.
La segunda es cuando ve no le da ninguna gana de poner la imaginación ni el sentido en otras cosas particulares, exteriores ni interiores.
La tercera y más cierta es si el alma gusta de estarse a solas con atención amorosa a Dios sin particular consideración, en paz interior y quietud y descanso, y sin actos y exercicios de las potencias... sino sólo con la atención y noticia general amorosa que decimos, sin particular inteligencia y sin entender sobre qué.
Estas tres señales ha de ver en sí juntas por le menos el espiritual para atreverse seguramente a dejar el estado de meditación y del sentido y entrar en el de contemplación y del espíritu.
Y no basta tener la primera sola sin la segunda, porque podría ser que no poder ya imaginar y meditar en las cosas de Dios como antes fuese por su distracción y poca diligencia ; para lo cual ha de ver también en sí la segunda, que es no tener gana ni apetito de pensar en otras cosas extrañas.
Ni tampoco basta ver en si la primera y segunda señal, si no viere juntamente la tercera, porque, aunque se vea que no puede discurrir ni pensar en las cosas de Dios y que tampoco le da gana pensar en las que son diferentes, podría proceder de melancolía o de algún otro jugo de humor puesto en el cerebro o en el corazón... Contra lo cual ha de tener la tercera, que es noticia y atención amorosa en paz.
CAPITULO 14
Consciente de la importancia de las señales que acaba de dar, Juan de la Cruz prosigue con el mismo tema en este capítulo e intenta mostrar su conveniencia.
Por lo que se refiere a la primera señal, que consiste en el asco por la meditación y el discurso, indica que todo el bien espiritual que el alma debía encontrar en las cosas de Dios por esta via es ya adquirido en sustancia y que la práctica repetida de la meditación acaba por engendrar en el alma la costumbre de la contemplación.
Porque es de saber que el fin de la meditación y discurso en las cosas de Dios es sacar alguna noticia y amor de Dios, y cada vez que por la meditación el alma la saca, es un acto, y asi como muchos actos en cualquiera cosa vienen a engendrar hábito en el alma, así muchos actos de estas noticias amorosas que el alma ha ido sacando en veces particularmente vienen por el uso a continuarse tanto, que se hace hábito en ella. Lo cual tambien Dios suele hacer en muchas almas sin medio destos actos - a lo menos sin haber precedido muchos - poniéndolas luego en contemplación ; y así, lo que antes el alma iba sacando en veces por su trabajo de meditar en noticias particulares, y por el uso se ha hecho y vuelto en ella en hábito y sustancia de una noticia amorosa general, no distincta ni particular como antes. Por lo cual, en poniéndose en oración, ya, como quien tiene allegada el agua, bebe sin trabajo en suavidad, sin ser necesario sacarla por los arcaduces de las pesadas consideraciones y formas y figuras ; de manera que luego en poniéndose delante de Dios se pone en acto de noticia confusa, amorosa, pacífica y sosegada, en que está el alma bebiendo sabiduría y amor y sabor.
El alma pues no puede privarse de esta doble señal : asco por la meditación y paz de la contemplación. Le es necesaria esta noticia o advertencia amorosa en general de Dios. Y es porque, si el alma entonces no tuviese esta noticia o asistencia en Dios, seguirse hía que ni haría nada ni tendría nada el alma, porque, dejando la meditación, mediante la cual obra el alma discurriendo con las potencias sensitivas, y faltándole también la contemplación, que es la noticia general que decimos, faltarle hía necesariamente al alma todo exercicio acerca de Dios.
Pero conviene aquí saber que esta noticia general de que vamos hablando es a veces tan sútil y delicada, mayormente cuando ella es más pura y sencilla y perfecta y más espiritual e interior, que el alma, aunque está empleada en ella no la echa de ver ni la siente.
Y por tanto se queda el alma a veces como en un olvido grande, que ni supo dónde se estaba ni qué se había hecho, ni le parece haber pasado por ella tiempo. De donde puede acaecer que se pasen muchas horas en este olvido, y al alma, cuando vuelve en sí, no le parezca un momento o que no estuvo nada.
Y la causa deste olvido es la pureza y sencillez desta noticia, la cual ocupando al alma así la pone sencilla y pura y limpia de todas las aprehensiones y formas de los sentidos y de la memoria por donde el alma obraba en tiempo, y así la deja en olvido y sin tiempo. De donde al alma esta oración le parece brevísima, porque ha estado unida en inteligencia pura, que no está en tiempo, y es la oración breve de que se dice que penetra los cielos (Si 35,21) , porque es breve porque no es en tiempo, y penetra los cielos porque el alma está unida en inteligencia celestial... Lo cual dice David haberle a él acaecido, volviendo en sí del mismo olvido, diciendo : Recordé y halléme hecho como el pájaro solitario en el tejado (Ps 101,8) . Solitario dice, es a saber, de todas las cosas enajenado y abstraído ; y en el tejado, es a saber, elevada la mente en lo alto. Y así, se queda el alma como ignorante de todas las cosas, porque solamente sabe a Dios sin saber cómo. De donde la Esposa declara en los Cantares : "Ego dormio et cor meum vigilat" (5,2) . Como si dijera : aunque duermo, mi corazón vela.
Pero es de saber que no se ha de entender que esta noticia ha de causar por fuerza este olvido... basta que el entendimiento esté abstraído de cualquiera noticia particular, ahora temporal, ahora espiritual, y que no tenga gana la voluntad de pensar acerca de unas ni de otras, porque entonces es señal que está el alma empleada.
Cuando juntamente se comunica esta noticia a la voluntad - que es casi siempre -, poco o mucho no deja el alma de entender que está empleada y ocupada en esta noticia, por cuanto se siente con sabor de amor en ella, sin saber ni entender particularmente lo que ama. Y por eso la llama noticia amorosa general.
Juan de la Cruz termina su capítulo excusándose por su extensión : este género de explicación es raramente dado, dice, y era necesario insistir en ello. Hay ahí en efecto consejos importantes para conducirse en la oración. Está tocado tambien un problema que hará después gastar mucha tinta : el de la contemplación adquirida. No entraremos en el detalle de estos debates. Notamos simplemente que la posición de Juan de la Cruz es equilibrada : equilibrio proveniendo sin duda de su experiencia personal. La resumiremos así : la práctica de la meditación, es decir el uso del discurso religioso en la oración, es una etapa importante que no se puede corto-circuitar. Tanto menos cuanto su práctica conduce al establecimiento de una relación simple y silenciosa con Dios, que Juan de la Cruz llama contemplación. Aquella sin embargo puede realizarse sin largos preámbulos meditativos. Se produce entonces como una suerte de intervención de Dios. Sea lo que sea, que se trate de una contemplación obtenida al término de un uso prolongado de la meditación o sobreviniendo como una gracia imprevista, la contemplación es un conocimiento confuso, amoroso y sosegado que los espirituales deben saber identificar y al cual deben abandonarse.
CAPITULO 15
Volviendo sobre su explicación de la contemplación como hábito adquirido por la práctica repetida de la meditación, Juan de la Cruz precisa en este capítulo que, en los principios, este hábito no es todavía bien establecido, de manera que los que comienzan a tener esta noticia amorosa en general nunca hayan ya de procurar de tener más meditación, porque a los principios que van aprovechando, ni está tan perfecto el hábito de ella que, luego que ellos quieran, se puedan poner en el acto della, ni por le semejante, están tan remotos de la meditación que no puedan meditar y discurrir algunas veces naturalmente como solían por las formas y pasos que solían, hallando allí alguna cosa de nuevo. Antes a estos principios, cuando por los indicios ya dichos echan de ver que no esté el alma empleada en aquel sosiego y noticia, habrán menester aprovecharse del discurso hasta que vengan en ella a adquirir el hábito que habemos dicho en alguna manera perfecto, que será cuando todas las veces que quieren meditar luego se quedan en esta noticia y paz sin poderlo hacer ni tener gana de hacerlo.
De manera que muchas veces se hallará el alma en esta amorosa o pacífica asistencia sin obrar nada con las potencias... y muchas habrá menester ayudarse blanda y moderadamente del discurso para ponerse en ella. Pero, puesta el alma en ella, ya habemos dicho que el alma no obra nada con las potencias ; que entonces antes es verdad decir que se obra en ella y que esta obrada la inteligencia y sabor, que no que obre ella alguna cosa, sino solamente tener advertencia el alma con amor a Dios, sin querer sentir ni ver nada. En lo cual pasivamente se le comunica Dios, así como al que tiene los ojos abiertos, que pasivamente, sin hacer él más que tenerlos abiertos, se le comunica la luz ; y este recebir la luz que sobrenaturalmente se le infunde es entender pasivamente.
De donde se sigue claro que, como el alma se acabe de purificar y vaciar de todas las formas e imágenes aprehensibles, se quedará en esta pura y sencilla luz, transformándose en ella en estado de perfección, porque esta luz nunca falta en el alma.
Aprenda el espiritual a estarse con advertencia amorosa en Dios, con sosiego de entendimiento... que es lo que nuestro Señor nos pide por David, diciendo : "Aprended a estaros vacíos de todas las cosas y veréis como yo soy Dios" (Ps 45,11).
CAPITULO 16
Este capítulo trata de las visiones y aprehensiones que se presentan pasivamente a la imaginación sin que esa haga nada para concebirlas. Pueden provenir de Dios, nos dice Juan de la Cruz, pero también de otras fuentes. Sean lo que sean, el entendiminto no se ha de embarazar ni cebar en ellas, ni las ha el alma de querer admitir ni tener, para poder estar desasida, desnuda, pura y sencilla, sin algún modo y manera, como se requiere para la unión.
Evocando la experiencia mistica de Moisés (Nb 12,6s), al cual Dios hablabla "boca a boca", Juan de la Cruz concluye que se da a entender claro que en este alto estado de unión, no se comunica Dios al alma mediante algun disfraz de visión imaginaria o semejanza o figura, ni la ha de haber ; sino que boca a boca, esto es, esencia pura y desnuda de Dios, que es la boca de Dios en amor, con esencia pura y desnuda del alma, que es la boca del alma en amor de Dios.
Por lo que es de las visiones, añade, si vinieran de Dios, de todos modos harán su efecto y no es requirido aceptarles y complacerse en ellas. Eso no puede más que crear un apego perjudicial al alma. Total, es preferible y más seguro morar en la oscuridad y que sola la fe, que también es oscura, sea luz a que nos arrimemos.
CAPITULO 17
Juan de la Cruz explica aquí la razon que Dios tiene de comunicarse por los sentidos, y más precisamente por las visiones imaginarias. Es, dice, que va perfeccionando el hombre a la manera del hombre, de lo más bajo y exterior hasta lo más alto e interior. Eso dicho, añade, el alma no debe admitir las revelaciones y visiones imaginarias aunque sea Dios que se las ofrece, y eso por dos razones : la una es porque, en toda hipotesis, Dios produce su efecto en el alma, y la otra es que, haciendo así, uno se libera del riesgo y de la pena que hay en discernir las malas visiones de las buenas, lo que no es siempre fácil.
CAPITULO 18
En este capítulo, Juan de la cruz continua sobre el mismo tema de las visiones y revelaciones, pero ataca a los directores espirituales que las recomiendan. Hacen daño a las almas, dice, por dos razones. Primero no las lleva por camino de humildad dándoles ocasión de creerse alguien o algo. Luego, quédanseles las almas puestas en aquellas aprehensiones, y no edificadas en fe, y vacías y desnudas y desasidas de aquellas cosas, para volar en alteza de oscura fe.
Total, falta de humildad, de desapego y de fe, este triple defecto debería retener a los directores espirituales de dar alguna importancia a este género de cosas y de favorecerlas.
CAPITULO 19
Continuando sobre el tema de las visiones y palabras divinas, Juan de la Cruz muestra ahí que quien le da importancia puede equivocarse en su interpretación. Da por eso varios ejemplos sacados de la Bibia en los cuales se ve Dios anunciar o prometer una cosa, y el que recibe el anuncio o la promesa equivocarse sobre el modo de su realización. Concluye que no hay que cebar ideas falsas y esperanzas vanas desde tales conocimientos y que es mejor atenerse a la pureza de espíritu en fe oscura, que es el medio de la unión.
CAPITULO 20
Por otra parte, aunque las palabras y profecías de Dios sean siempre verdaderas, su cumplimiento es a veces sometido a condiciones. Y cuando esas cambian, la realización de las profecías se encuentra afectada. Juan de la Cruz da aquí varios ejemplos sacados de la Bibia y concluye : no hay que asegurarse en su inteligencia, sino en fe.
CAPITULO 21
En este largo capítulo, Juan de la Cruz prosigue con su argumentación contra las revelaciones particulares que ciertos tientan obtener de Dios. Se ocupa, partiendo de argumentos sacados de la Bibia de mostrar que a Dios no le gusta que se trata con él de esta manera. A veces, dice, condesciende a responder, pero hay en este género de cosas la ocasión para las almas de muchas ilusiones y tentaciones. Total, para hablar globalmente, se ve no gustar Dios de que quieran las tales visiones, pues da lugar a que de tantas maneras sean engañadas en ellas. Luego, es menester atenerse a lo que dicen la simple razón y el evangelio.
CAPITULO 22
Este capítulo responde a una objección : la Biblia nos muestra un cierto número de hombres de Dios interrogando a este y obteniendo de él revelaciones. Entonces porque no seguir haciéndolo ? Respuesta : Bajo la antigua ley, sí, mientras la fe no era todavía fundamentada en Jesus-Cristo. Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la Ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué Él hable ya ni responda como entonces, porque en darnos como nos dio a su Hijo, que es una palabra suya - que no tiene otra -, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola palabra, y no tiene más que hablar.
El capítulo se acaba con el consejo de no fiarse a sí mismo en materia de experiencia religiosa, pero de someter sus experiencias a una mirada ajena, en particular a gente experimentada. Este consejo se dobla con un consejo a los directores espirituales que no deben molestar a las almas. Encamínenlas en la fe, enseñándolas buenamente a desviar los ojos de todas aquellas cosas, y dándoles doctrina en cómo han de desnudar el apetito y espíritu de ellas para ir adelante, y dándoles a entender cómo es más preciosa delante de Dios una obra o acto de voluntad hecho en caridad que cuantas visiones y comunicaciones pueden tener del cielo, pues éstas ni son mérito ni demérito.
CAPITULO 23
Se trata en este capítulo de las aprehensiones espirituales del entendimiento, es decir de inteligencias, visiones, revelaciones y palabras espirituales comunicadas por Dios directamente, sin el intermedio de los sentidos. Destas, pues, nos conviene desembarazar aquí el entendimiento, encaminándole y enderezándole por ellas en la noche espiritual de fe à la divina y sustancial union de Dios ; porque no se le impida el camino de la soledad y desnudez que para esto se requiere de las cosas.
CAPITULO 24
Juan de la Cruz aborda aquí las visiones espirituales por vía sobrenatural que pueden ser, dice, de sustancias corporales o incorporales. Las primeras son procuradas por el medio de una luz derivada de arriba, las otras gracias a una luz más elevada que se llama luz de gloria (visiones de almas, de angeles, de la esencia misma de Dios). Pero, añade, es imposible tenerlas en nuestra condición mortal. Existen sin embargo algunos casos excepcionales en que Dios las acuerda a personas que deben tener un gran papel espiritual. Da por ejemplo Moïses delante de quien Dios hizo pasar su gloria, Elías que la percibió en el Horeb en un dulce silbo de brisa, y san Pablo que fue raptado al tercer cielo. En todos estos casos, Dios debió intervenir para preservar la vida de los visionarios.
Por lo que se refiere a las visiones más comunes, Jean de la Cruz da de ellas una descripción : E s como si se le abriese una clarisima puerta, y por ella viese una luz a manera de un relámpago, cuando en una noche oscura subitamente esclarece las cosas y las hace ver clara y distintamente y luego las deja a escuras, aunque las formas y figuras de ellas se quedan en la fantasía ; lo cual en el alma acaece muy más perfectamente, porque de tal manera se quedan en ella impresas aquellas cosas que con el espíritu vio en aquella luz, que cada vez que advierte las ve en sí como las vio antes... y es de manera que ya aquellas formas de las cosas que vio nunca jamás se le quitan del todo del alma, aunque por tiempo se van haciendo algo remotas.
El efecto que hacen en el alma estas visiones es quietud, iluminación y alegría a manera de gloria, suavidad, limpieza y amor, humildad e inclinación o elevación del espíritu en Dios.
Sin embargo, a pesar de estas reflexiones alentadoras, Juan de la Cruz repite su consejo de atenerse a la sola fe, pues, dice, es ella, esta noticia oscura amorosa, que sirve en esta vida para la divina unión, como la lumbre de gloria sirve en la otra de medio para la clara visión de Dios.
Estas visiones, por cuanto son de criaturas con quien Dios ninguna proporción ni conveniencia esencial tiene, no pueden servir al entendimiento de medio proximo para la unión de Dios ; y así conviene al alma haberse puramente negativa en ellas para ir adelante por el medio proximo, que es la fe. De donde, de aquellas formas de tales visiones que se quedan en el alma impresas, no ha de hacer archivo ni tesoro el alma,ni ha de querer arrimarse a ellas... porque, aunque es verdad que la memoria de ellas incita al alma a algún amor de Dios y contemplación, pero mucho mas incita y levanta la pura fe y desnudez a escuras de todo eso, sin saber el alma como ni de donde le viene. Y así, acaecerá que ande el alma inflamada con ansias de amor de Dios muy puro, sin saber de dónde le vienen ni qué fundamento tuvieron, y fue que, así como la fe se arraigó e infundió más en el alma mediante aquel vacío y tiniebla y desnudez de todas cosas o pobreza espritual - que todo lo podemos llamar una misma cosa -, también justamente se arraiga e infunde más en el alma la caridad de Dios. De donde, cuanto más el alma se quiere escurecer y anihilar acerca de todas las cosas exteriores e interiores que puede recibir, tanto más se infunde de fe y, por consiguiente, de amor y esperanza en ella, por cuanto estas tres virtudes teologales andan en uno.
CAPITULO 25
Este breve capítulo introduce los que siguen y se refieren a las revelaciones. Juan de la Cruz distingue en ellas las noticias intelectuales y las manifestaciones de secretos y misterios escondidos de Dios.
CAPITULO 26
Juan de la Cruz aborda aquí las revelaciones intelectuales, a saber las inteligencias de verdades desnudas comunicadas al entendimiento. Son, dice, de dos maneras : unas acaecen al alma acerca del Criador, otras acerca de las criaturas. Y aunque las unas y las otras son muy sabrosas para el alma, pero el deleite que causan en ella estas que son de Dios no hay cosa a qué le poder comparar, ni vocablos ni términos con qué le poder decir, porque son noticias del mismo Dios y deleite del mismo Dios ; que, come dice David, "no hay como Él cosa alguna" (Ps 39,6). Porque acaecen estas noticias derechamente acerca de Dios, sintiendo altisimamente de algún atributo de Dios, ahora de su omnipotencia, ahora de su fortaleza, ahora de su bondad y dulzura, etc. ; y todas las veces que se siente se pega en el alma aquello que se siente. Que, por cuanto es pura contemplación, ve claro el alma que no hay como poder decir algo de ello, si no fuese decir algunos términos generales que la abundancia del deleite y bien que allí sintieron les hace decir a las almas por quien pasa.
Y aunque, a veces, en las tales noticias palabras se dicen, bien ve el alma que no ha dicho nada de lo que sintió, porque ve que no hay nombre acomodado para poder nombrar aquello. Y así sans Pablo, cuando tuvo aquella alta noticia de Dios, no curo de decir nada, sino decir que no era lícito al hombre tratar de ello (2 Cor 12,4).
Estas noticias divinas que son acerca de Dios nunca son de cosas particulares, por cuanto son acerca del sumo Principio, y por eso no se pueden decir en particular... y estas altas noticias no las puede tener sino el alma que llega a unión de Dios, porque ellas mesmas son la mesma unión, porque consiste en tenerlas en cierto toque que se hace del alma en la divinidad, y así el mismo Dios es el que allí es sentido y gustado ; y, aunque no manifesta y claramente como en la gloria, pero es tan subido y alto toque de noticia y sabor que penetra la sustancia del alma... Aquellas noticias saben a esencia divina y vida eterna.
Hay algunas noticias y toques destos que hace Dios en la sustancia del alma que de tal manera la enriquecen, que no solo basta una de ellas para quitar al alma de una vez todas las imperfecciones que ella no había podido quitar en toda la vida, mas la deja llena de virtudes y bienes de Dios.
Y le son al alma tan sabrosos y de tan íntimo deleite estos toques, que con uno de ellos se daría por bien pagada de todos los trabajos que en su vida hubiese padecido, aunque fuesen innumerables.
Y a estas altas noticias no puede el alma llegar por alguna comparación ni imaginación suya, porque son sobre todo eso ; y así, sin la habilidad del alma las obra Dios en ella. De donde, a veces, cuando ella menos piensa y menos lo pretende suele Dios dar al alma estos divinos toques, en que le cause ciertos recuerdos de Dios ; y éstos a veces se causan subitamente en ella solo en acordarse de algunas cosas, y a veces harto mínimas.
Otras veces acaecen en alguna palabra que dicen u oyen decir, ahora de la Escritura, ahora de otra cosa.
Y por cuanto estas noticias se dan al alma de repente y sin albedrío de ella, no tiene el alma que hacer en ellas en quererlas o no quererlas, sinon háyase humilde y resignadamente acerca de ellas, que Dios hará su obra como y cuando El quisiere.
Y en estas no digo que se haya negativamente como en las demás aprehensiones, porque ellas son parte de la unión en que vamos encaminando al alma, por la cual la enseñamos a desnudarse y desasirse de todas las otras... porque estas mercedes no se hacen al alma propietaria, por cuanto son hechas con muy particular amor de Dios que tiene con la tal alma, porque el alma también se le tiene a El muy desapropiado.
La segunda manera de noticias o visiones de verdades interiores es muy diferente desta que habemos dicho, porque es de cosas más bajas que Dios y en éstas se encierra el conocimiento de la verdad de las cosas en sí y el de los hechos y casos que acaecen entre los hombres.
Las personas perfectas o las que ya van aprovechando en perfección muy ordinariamente suelen tener ilustración y noticia de las cosas presentes o ausentes ; lo cual conocen por el espíritu que tienen ya ilustrado y purgado.
Por lo que se refiere a estas revelaciones, Juan de la Cruz vuelve aquí a su strategía habitual : Diré que haya gran cuidado en negarlas siempre, queriendo caminar a Dios por el no saber.
CAPITULO 27
Este capítulo habla de la manifestación de secretos escondidos, secretos concerniendo sea Dios en si mismo (su Trinidad, su unidad), sea lo que es en sus obras. Estas revelaciones no se hacen sólo con palabras, sino tambien con muchas suertes de figuras, imagenes y semejanzas... Prestan mucho a ilusión, y aunque no lo hiciesen, sería mas preferible para el alma atenerse a la oscuridad de la fe. Total, de todas ellas se debe guardar el alma para caminar pura y sin error en la noche de la fe a la unión.
CAPITULO 28
Este capítulo es destinado a introducir los siguientes que conciernen las locuciones interiores. Precisa que existen tres suertes de ellas : las palabras sucesivas que el espíritu recogido forma en sí mismo, las palabras formales que recibe de fuera, que sea recogido o no, y las palabras sustanciales que efectuan lo que significan en la sustancia del alma.
CAPITULO 29
Se trata aquí de las palabras sucesivas que llegan cuando el espíritu está recogido y reflexiona sobre algunas cosas. Estas palabras, él las saca de su reflexión bajo la inspiración del Espíritu santo, pero le parece que proceden de una tercera persona. Juan de la Cruz pide de no hacerle caso y de no buscarlas, porque pueden prestar a confusión y vanidad.
Porque lo que no engendra humildad y caridad y mortificación y santa simplicidad y silencio... ? qué puede ser ? Digo, pues, que esto puede estorbar mucho para ir a la divina unión, porque aparta mucho al alma, si hace caso de ello, del abismo de la fe en que el entendimiento ha de estar oscuro, y oscuro ha de ir por amor en fe y no por mucha razón.
El entendimiento no puede hallar otro mayor recogimiento que en fe, y así no la alumbrará el Espíritu Santo en otra cosa más que en fe, porque cuanto más pura y esmerada está el alma en fe, más tiene de caridad infusa de Dios.
En estas palabras sucesivas, se le comunica sabiduría de una o dos o tres verdades... y en la otra se le comunica toda la Sabiduría de Dios generalmente, que es el Hijo de Dios, que se comunica al alma en fe.
En el abismo de la fe, sobrenatural y secretamente enseña Dios al alma y la levanta en virtudes y dones como ella no sabe.
Quedemos, pues, en esta necesaria cautela... Que no hagamos caudal de nada de estas palabras sucesivas, sino sólo de saber enderezar la voluntad con fortaleza a Dios, obrando con perfeccion su ley y sus santos consejos, que es la sabiduría de los santos.
CAPITULO 30
Trata de las palabras interiores formales, es decir dichas formalmente al espíritu por un tercero. Se diferencian de las precedentes porque pueden llegar fuera de toda reflexión y de todo recogimiento. De hecho, no hacen un gran efecto en el alma. Juan de la Cruz aconseja de no hacerles más caso que de la palabras sucesivas, porque, demás de que ocuparía el espíritu de lo que no es legítimo y próximo medio para la unión de Dios, que es la fe, podría facilísimamente ser engañada... La principal doctrina es no hacer caso dello en nada.
CAPITULO 31
Este capítulo no es muy largo, pero es importante. Trata del tercer género de palabras que el alma puede oír interiormente : las palabras sustanciales . La particularidad de la palabra sustancial es que hace efecto vivo y sustancial en el alma... imprime sustancialmente en ella aquello que ella significa.... hace sustancialmente en el alma aquello que le dice. Tal como si nuestro Señor dijese al alma : "No temas", luego sentiría gran fortaleza y tranquilidad... Y a este talle hace locuciones a algunas almas, sustanciales, y son de tanto momento y precio, que le son al alma vida y virtud y bien incomparable, porque le hace más bien una palabra de estas que cuanto el alma ha hecho toda su vida.
Acerca déstas, no tiene al alma que hacer ni que querer, ni que no querer, ni que desechar, ni que temer. No tiene que hacer en obrar lo que ellas dicen, porque estas palabras sustanciales nunca se las dice Dios para que ella las ponga por obra, sino para obrarlas en ella. Y digo que no tienne que querer ni no querer, porque ni es menester su querer para que Dios las obre, ni basta con no querer para que dejen de hacer el dicho efecto ; sino háyase con resignación y humildad en ellas. No tiene que desechar, porque el efecto dellas queda sustanciado en el alma y lleno del bien de Dios, al cual, como le recibe pasivamente, su acción es menos en todo.
Y así, estas palabras sustanciales sirven mucho para la unión del alma con Dios, y cuanto más interiores, mas sustanciales son, y más aprovechan. Dichosa el alma a quien Dios la hablare. "Habla, Señor, que tu siervo oye" (I R 3,10).
CAPITULO 32
Este capítulo, nos dice Juan de la Cruz, es un poco fuera de contexto porque trata de un tema que sera reanudado más lejos, a saber de los sentimientos interiores que Dios comunica al alma. Sin embargo, habla de estos aquí porque pueden redundar en la inteligencia en conocimiento, es decir en un subidísimo y sabrosísimo sentir de Dios.
Estos sentimientos son de dos suertes según que son comunicados por Dios a la voluntad o en la sustancia del alma. No dependen de las obras de ésta o de reflexiones que puede tener, pero le son dadas gratuitamente, sin motivo aparente. Sin embargo, algunas buenas disposiciones no son inútiles.
De hecho, el alma no tiene nada que hacer ni buscar. Háyase resignada, humilde y pasivamente en ellas ; que, pues pasivamente las recibe de Dios, El se las comunicará cuando El fuere servido, viéndola humilde y desapropiada... El provecho que estas noticias hacen es grande, porque todos estos toques son de unión, la cual pasivamente se hace en el alma.
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